el desierto se cae al mar hacia un lado, y hacia otro se salpica sobre antiguas entrañas de volcán.
No se qué lado me desconsuela más.
Contar fragmentos de cosas es siempre consolador y calmante. Los fragmentos del desierto, sin embargo, son tan iguales que una parece estar contando sus desamores, tan iguales.
Este desierto me acoge como un regazo de abuela que huele a lavanda y a la que le tintinean las pulseras. Es caliente y alborotado. Mis pensamientos, como bacterias en charca tibia, se reproducen y crecen sobre la arena. Mientras mis manos intentan imitar la simetría de las ondas que jalea el viento.
Caliente y alborotado. Como las partes de tí que dan al mar o a tus entrañas, y en las que mis manos jalean y mi mente anida.